Valoramos que nuestra apuesta para que este encuentro fuera posible, fue dar una mirada desde las lesbianas feministas en la región, en un contexto neoliberal, racista, feminicida y militarizado, y desde esta mirada propusimos realizar una revisión crítica de las posturas y apuestas políticas que tenemos como movimientos lésbico feministas.
La construcción del VIII Encuentro significó procesos de reflexión y discusión profundos, en los que rescatamos que lo más importante era vernos, sentirnos, debatir entre todas nosotras como lesbianas feministas. Este debate lo queríamos concentrar respecto al contexto, la historia de cada uno de los movimientos, la genealogía lésbica feminista, la radicalidad y la rebeldía que ha significado nombrarse y posicionarse desde un lugar que confronta al régimen heteroreal y a aquellos pensamientos que sistemáticamente sustentaban y sustentan hoy por hoy éste sistema mundo.
Valoramos que este encuentro posibilitó reconocernos en nuestras diferencias, aún existiendo resistencias para hacer una mirada autocrítica de nuestra historia, nuestras prácticas y nuestras estrategias, lo cual se evidenció en las formas y prácticas en que se manifestaron estas diferencias coadyuvando así a la poca profundidad que pudimos darle al debate político y al análisis del contexto que nos cruza.
Constatamos con profunda preocupación la intencionalidad de vaciar el contenido de las luchas lesbianas feministas, ocupar nuestra habitación propia y transformar nuestros encuentros en espacios LGTB, donde la “L” se pierde para siempre y queda subsumida en la relativización y descorporización: donde todo es válido y posible, menos nuestros cuerpos sexuados y políticamente definidos, como opción de transformación radical del contexto patriarcal de la hetero-normatividad vigente.
Vemos que el hecho de concentrar nuestras energías en discusiones no centrales de este encuentro, y que nacen de otras experiencias más propias de la diversidad sexual (concepciones posmodernas que no están a la base de nuestra articulación política) que de colectivos lésbicos-feministas, nos plantea la transformación o la pérdida de un espacio privilegiado para una discusión y una perspectiva más amplia sobre cuáles son los debates más urgentes que nos afectan y las problemáticas ante las cuales necesitamos articularnos como lesbianas feministas en la región. Y esto no es gratuito, es a costa de nuestra autonomía en la construcción de nuestros caminos, alianzas y prioridades.
Esta despolitización de las identidades políticas, se desarrolla en un momento histórico preciso del movimiento lésbico feminista como un lugar de enunciación estratégico para realizar una crítica al pensamiento moderno y un espacio desde el cual construir ideas y un nuevo imaginario que nos permitiera reinventarnos como lesbianas feministas cuya experiencia vital ha sido construirse y re-significarse a partir de un cuerpo sexuado mujer. Reduciendo estas identidades políticas a etiquetas identitarias y descalificaciones ilegítimas (como que quienes deseamos el cuarto propio somos transfóbicas), que pierden la profundidad de la mirada rebelde y crítica de las pensadoras lesbianas feministas más radicales que nos han antecedido. Al perder esta perspectiva nos hemos encontrado convocadas desde una etiqueta identitaria sin contenido político afín, y sin el rescate de una mirada desarticuladora del orden simbólico hegemónico.
Lo positivo es que partiendo desde la necesidad de marcar las diferencias, hizo evidente que hay afinidades y esto posibilitó el encontrarnos entre lesbianas feministas afines, con apuestas políticas y posturas más cercanas. En este sentido, este encuentro ha marcado el punto de inflexión de la lógica de encuentros amplios hacia una lógica de encuentros entre cómplices con afinidades políticas para la transformación radical, más reducidos quizás, pero desde donde podremos avanzar con pactos y reflexiones más autocríticas que tienen un lugar delimitado para su enunciación.
Desde allí nosotras como Ekipa le apostaremos a construir estos espacios más reducidos, con otras cómplices a las cuales también les interese partir de la necesidad de mantener un “cuarto propio” como lesbianas feministas, para pensarnos, sentirnos, expresarnos, recuperar la memoria de nuestras luchas, recuperar la palabra propia, el horizonte propio, el vínculo entre nosotras, la noción de nuestros cuerpos y del deseo lésbico como constituyente de un desacato al patriarcado.
Porque queremos seguir inspirándonos en desobedecer cualquier mandato y nos atrevemos a poner en el centro del debate nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, y construir una propuesta política y de vida dirigida a erradicar los poderes que se ejercen sobre ellos.